El dolor tiene una función perturbadora en la relación entre una madre y un hijo, pues hace série con la pérdida y actúa como empujando a una suplementariedad que equilibre dicha pérdida. La demanda de amor, regulada por “las demandas”, queda plegada, de hecho, al registro de la necesidad cuando aquel empuje impide o dificulta mucho un “no” como respuesta.